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COLOMBA, UYUCÓN Y RENUBEIRU

Relato 25

 

En Santa Colomba nos cuentan los mayores sobre una joven de prospera familia, patricia romana nacida en la villa del Soldán. Casa señorial cuyo fundador provenía de una muy lejana e incógnita imperial ciudad, habiendo recibido el encargo de establecerse aquí para atender y proveer de utillajes y ajuar las diferentes explotaciones mineras ubicadas en las faldas de la sierra y sus cursos fluviales. Montes, ríos y cuencas en donde los ocupantes llevaban a cabo extracción y acopio de oro. Aporita, por ese nombre se conocía a la moza, era pues descendiente directa de los dueños de dicha mansión taller-obrador ubicada en las proximidades de un embalse: la laguna Cernea. A su alrededor solía jugar, pasear, soñar, y gustaba de reflejar en la muma su bello rostro, peinando y repeinando su almagrado cabello. Allí esperaba en silencio tras felechos y matojos, espiando los patos que bajaban a beber. Admiraba la naturaleza que la rodeaba y era muy aficionada a la lectura y a la pintura. Vivió de pleno la expansión del cristianismo por toda la península ibérica y a pesar de sus orígenes romanos, acabó asumiendo dicha religión, creencias y doctrina. Ello la llevó a someterse de forma voluntaria al ritual del bautismo, sacramento que, en honor y respeto a sus antepasados, le administraron con las aguas recogidas de la cumbre más alta de la sierra. Agua mera del Teleno -el Mars Tilenus, deidad de autóctonos y colonizadores-, agua bendecida en la laguna Cernea donde Aporita se sumergió romana y renació cristiana.

Aporita adquiere como nombre de pila el de Columba -Colomba- en base a su aún inocencia y virginidad y hace apego a la cultura mediterránea de sus mayores, en particular la greco-romana, adoptando ese nombre que simboliza paz y prosperidad: ‘paloma’. Pero, como en toda tragedia y lamento, duró poco tiempo su felicidad, la conversión fue denunciada por un mal vecino y tuvo que tocar el dos hacia las montañas del norte. Ya lejos de casa, y en las cercanías del rio Onís, la joven Colomba fue sorprendida y detenida por legionarios romanos. De camino a la gayola el carcelero intentó abusar de la chica, de suerte tuvo que un Uyucón -ser que habita en los montes, dotado de un único y gigante ojo en medio de la cara- se cruzó con ellos y al ver tal abuso se lanzó sobre el infame soldado, dejándolo tendido en el suelo, estripado. Conocedor de tal ataque al poder público, el emperador ordenó prender y quemar a la joven y a su salvador. Ya en la pira, la joven recibió otra ayuda milagrosa: un Renubeiru -el genio morugo de las nubes- el cual compadecido los amparó haciendo caer tal truena que apagó el fuego y calmó su dolor. Pero ya sabemos que para llegar al santoral hay que morir en circunstancias crueles y acabar muy mal. Al poco, la bella Colomba fue apresada de nuevo. Degollada, su cuerpo fue desmembrado y sus restos esparcidos por los sembrados. Uyucón pudo escapar y hoy todavía sigue vivo y al acecho, mirándonos y rondando por llameras, entre urces y piornos, entre vallellos y carballedas. No hace falta decir que desde entonces y en tiempo de sequía, pastores, agricultores y hortelanos invocamos a santa Colomba para que haga llover.