–¿Sabes, Paloma? El destino quiso que cayéramos en este lugar. Al despertar lo he visto con claridad. Anoche cuando dejamos las maletas no me di cuenta, pero ahora, aquí echados en la cama, la luz de la mañana entrando por esa ventana me lo ha hecho ver. Ésta era la casa, o al menos parte de sus cimientos. El lugar de mis sueños recurrentes en ocasiones convertidos en pesadillas con las que te despierto. Fue aquí, pero en otro tiempo. Nunca te lo he contado y sé que no me vas a creer.
Creo que el primer recuerdo que tengo es un sueño, uno de tantos sueños que me han acompañado siempre. Son recuerdos de un pasado antiguo que trascienden en la noche. Recuerdos, de lo que ahora estoy seguro, fue una vida pasada. No me reconozco, pero soy yo, o lo fui. Aparezco como un guerrero de túnica blanca y cruz en el pecho. Atuendo talar de caballero templario. Recorro cada noche las rondas de guardia en mis sueños y oigo hasta los cascos del caballo en las calles empedradas. Veo un torreón entre la nogaleda que no debe encontrarse muy lejos de aquí, creo que en esa dirección. También veo… bueno…
–No pares ahora, continúa.
–Pues que también la veo a ella, descansando junto a la laguna. Nunca logro recordar su cara, pero sé que es hermosa. Perdóname, pero nadie diría que es una labradora después de sentir su tacto. En sueños nos encontramos furtivamente al abrigo de la noche entre los juncos de una chopera cercana al río. Me veo salir del campamento, y llegar a pie a su encuentro, pero noto que alguien nos observa. Tal es mi agitación que llego a despertarme. Pero no es en nada comparable a mi sueño más lúcido y turbador. Comienza con la algarabía de una fiesta y yo mismo saltando la hoguera de San Juan. Al momento aparezco aquí, en esta casa, disfrutando junto a ella.
Luego empiezan los golpes en la puerta. Nos descubren. La apresan y me arrastran apaleado hasta la plaza, donde un Maestre sostiene un libro de brujería junto a una pira.
¡No es de ella!, grito con todas mis fuerzas, pero de mi garganta no sale ni un leve murmullo. Sólo escucho el fuerte crepitar de la hoguera mientras las llamaradas la alcanzan. Al momento aparezco en medio de una batalla en una tierra lejana y puedo oír, escucho lo que no quiero…
–¡No sigas Soldán! No quiero que me digas lo último que oyes. No soporto el silbido de la flecha y tu grito ahogado, tu último grito. No es verdad porque entonces… entonces estoy loca o yo soy ella. Llevo soñando con esto desde que te conocí. Con el atardecer en la laguna. Es la laguna Cernea y está aquí al lado. No te veía la cara por el yelmo. Ahora sé que eras tú. Me dijeron que esto antes sólo era un pajar… ¿Sabes que significa Colomba? Significa Paloma. Ésta era la casa, aquí se cruzaron nuestras vidas.
–Sí, Paloma, es verdad, por algo se llama “Casa Colomba”. El descanso del guerrero y su dulce dama. De nuevo nos volvemos a encontrar en el tiempo y en el mismo lugar. De verdad lo crees, ¿no, Colomba?
–Sí, Soldán, no eran sueños, son recuerdos.
–Venga Colomba, desayunemos y vayamos hasta la laguna, hoy quiero recordar.