A – ¡Por ahí, sal!
B – ¡Que no, que no es esa salida! Fíjate bien y no me grites, que me pongo nervioso.
A -Eres tú quien se tiene que fijar que para eso vas conduciendo. Como a mí no me dejas.
B -Cómo te voy a dejar, para que nos matemos.
A -Ya salió el listo. Pues hasta que te conocí yo conducía sin ningún problema.
B -Eso es lo que tú dices, por eso tenías el coche lleno de bollos.
A -No te aguanto cuando te pones así. ¡Métete, que es esta salida!
B – ¡Ya no puedo! Eso pasa porque no paras de hablar. Ahora otra vez a dar la vuelta. Vamos a llegar cuando hayan cerrado el tanatorio.
A -Los tanatorios no cierran, a ver si te enteras. Pero mira, así nos librábamos de saludar a todos esos petardos…
B -Ya, y que nos pongan verdes. Últimamente no damos una.
A -Mira lo bueno, él ya no nos podrá poner ni verdes ni morados…
B -Cómo eres.
A -Ja, ja, cómo que tú no habrás pensado lo mismo.
B -La verdad es que me aburren, siempre con las mismas tonterías.
A -Sí, pero hay que reconocer que también tiene su lado bueno, si no a ver de qué íbamos a tener esta vida social. ¡Salte, que hay que dar la vuelta!
B – ¿No me puedes avisar antes? ¡Casi nos la damos!
A -Pero bueno, ¿no eres tú el que conduce?
B -Si es que me distraes
A -También el pobre, morirse así, y solo…
B -Y cómo se iba a morir si no, salvo que se hubiera muerto en una fiesta o en la consulta del médico… si estaba más solo que la una.
A -Ya, pero de esa manera… mira que atragantarse con un hueso de melocotón.
B -Y en albornoz, que le vieron todos los vecinos cuando vino el SAMUR, con lo tiquismiquis que era con su aspecto.
A – ¡La salida del Tanatorio! ¡Salte!
B – ¡Joder, que no me des esos sustos! ¡Ya no puedo!
A – ¡Otra vuelta no! ¡Para, para que cojo yo el coche!
B – Pero… ¡cómo voy a parar aquí, tú estás loco! Cállate y no me hables más hasta que no lleguemos.
A – ¡Casi las ocho de la noche! Desde que nos están esperando. A este paso llegamos cuando quede sólo la familia.
B -Pues vaya rollo, con lo rancios que son. Llama a alguno de estos y que nos esperen. Diles que acabo de salir de trabajar.
A -Cómo que se lo van a creer si saben que trabajas menos que un acomodador de cine.
B -Claro, aquí el que trabaja eres tú en tu papel de amo de casa. Por eso no tengo ninguna camisa limpia.
A -Oye, guapo, que no soy tu mayordomo. ¡Salte, joder!
B – ¡Otra vez! ¡Qué te calles, que no es esta!
A -Pues a ver si estás más atento, listo.
B -Si te callas a lo mejor. Oye, ¿y tú crees que habrán venido sus padres?
A -La madre a lo mejor; ya irá por la quinta vuelta del rosario. Pero el padre…
B -Ese se estará apretando el cilicio.
A -Sí, seguro, o a la doncella. Menudo golfo.
B – ¿Y los hermanos? Con todos los que son, alguno habrá venido.
A – ¡Qué nos pasamos otra vez! Mira ¡ya son casi las diez! Yo me voy a casa.
B – ¡Qué melodramático eres! Sólo son las nueve pasadas.
A -Ya, pero es que estoy harto de dar vueltas, que esto parece una noria.
B -Vale, iremos mañana a la incineración. ¿A qué hora es?
A -A las diez. Casi mejor nos vamos ya al cementerio, para asegurarnos de que al menos a eso llegamos.
B -Pero qué gracia tienes. ¿Cuántos hermanos son?
A-Yo qué sé: los dos curas, la misionera, la que tiene doce hijos, el banquero que está en la cárcel, el drogadicto…
B – Vaya panda.
A – ¿Qué haces? ¡Que te has pasado la salida de casa! Estás fatal, eh.
B -Si es que no te callas. Oye, ¿y si nos tomamos una copa en Casa Colomba?
A -Vale. Aunque mejor nos vamos directos a un after hours.
B -Anda, mira, el tanatorio, ¡qué suerte!
A – ¿Qué haces? ¿por qué te sales?
B -Por qué va a ser, porque es el tanatorio.
A -Sí, el Sur, sólo que nosotros íbamos al de la M-30.
B – ¿Yo qué sé? ¡Mira! ¿Ese no es Mario?
A -Sí, ¿qué hará aquí? ¡Mario!
C -Hola, chicos, vaya horas de llegar. Juan y yo ya nos vamos y los demás se fueron hace rato.
A -No fastidies, ¿y eso?
C -Porque llevamos aquí casi toda la tarde. Ahí os dejo con la familia, fijaos qué suerte, han venido todos….
A -A mí no me mires. Pensé que era en el otro… y si no, haberte enterado tú.
B -Te voy a matar.