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EL PAPÓN

Relato 14

 

Ahí estaba yo, frente al plato de berzas, que ya me había comido las patatas y el tocino, que en los años 50 no se había “inventado” el colesterol.

Tendría cinco años y mi padre me miraba enfadado. Me amenazó: “Rapaz, si no las comes vendrá el papón y marchará contigo to palante pa sacarte el unto y hacer ungüentos”. No me preocupó, pero luego relacioné lo de sacar el unto con la matanza del gocho, que había visto escenas sueltas cuando me lograba colar hasta que los adultos nos apartaban, y no me gustó la idea, por lo que decidí estar alerta, pero no identificaba al papón y no quería preguntar.

Unos días después delante del ayuntamiento estaba el ti Magín con un lobo muerto colgado por las patas de un palo sujeto entre él y su hijo. El lobo parecía sonreír en su mueca póstuma. Le pregunté si el animal era el papón pero dijo sonriendo: No hijo pero guárdate del papón.

Semanas después en las fiestas vi a un bailarín feo que nos daba a los chicos con unas ramas de escoba, y pensé que ya había localizado al papón Le llamaban birria, que décadas después me pareció que se decía “guirria” o “guirrio”, según algunos antropólogos y estudiosos de la zona, pero se me acercó y me di cuenta de que era Valentín disfrazado, que a pesar de las ropas olía como mínimo como siempre, así que descartado.

Algunos años después mi madre, con el visto bueno de mi padre, convino con un cura que había venido a la zona “de misiones” que me llevarían al seminario de Astorga. Me lo dieron como hecho, que si Dios me llamaba, que comería bien y tendría un porvenir, y que ella quería tener un hijo cura (anda y yo, le dije)… No me disgustaba la idea, y no me fue tan mal. Volvía en vacaciones a casa y ayudaba en las labores típicas: acarreo, trillo, vecera de vacas, echar a los gochos…

La primera semana santa me tuve que quedar en el seminario porque mi madre iba a cuidar a mi abuela enferma a su pueblo. Me dijeron que en el seminario darían bacalao y torrijas, y eso me compensaba, aunque luego fue verdad a medias.

Se quedó alguno más esos días, huérfano o con los padres en el extranjero trabajando. D. Abilio nos llevó a la procesión, íbamos a distancia llevándole el bastón, un misal, incienso para reponer…

Cuando iba a salir la procesión dijo el coordinador: los papones formen aquí en fila. Yo solo veía a los cofrades con su “cucurucho” en la cabeza, sus dos aberturas para los ojos, y la tela que cubría la cara y el “papo” o papada, según nos aclaró D. Abilio, a quien expliqué luego mis temores, me contó que había diferentes acepciones del término papón, que después he ampliado, y también que en nuestra tierra se decía lo de sacar el unto, y en otras tierras se decía el “sacamantecas”. (Ahora hay liposucciones).

Por cierto, comí esos años muchas berzas aunque sin disfrutarlas, y hace unos meses en un restaurante caro invitado por un proveedor, rechacé sus recomendaciones y me apunté a las berzas, cuando la camarera dijo: y fuera de carta tenemos kale, es decir berzas.