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EL RIBERUEÑO

Relato 23

 

Esa noche Nito tomó una decisión.

La tormenta era tremenda, y él debería tener miedo (que lo tenía). Pero echaba tanto de menos al abuelo Miguel, que decidió convertirse en una persona de la que él desde arriba pudiera sentirse orgulloso.

El abuelo una vez le contó que no hay que avergonzarse del miedo, que de hecho sólo los tontos no tienen miedo, que lo que hace a los hombres diferentes unos de otros es el cómo manejan ese miedo. Su postura ante las adversidades de la vida.

El antiguo lema de su pueblo “Si tú te tienes, yo no me caigo” parecía haber sido la estrella del norte que guio la vida de su abuelo.

Esa noche, los rayos hubieran asustado a cualquier niño. Pero Nito decidió que cuando pensara en el Riberueño, en el ser que bajaba a la tierra montado sobre un rayo, no pensaría con miedo. Ya no sería un ser maligno, con cara de estar siempre enfadado y que vendría a sembrar el caos, sino que ese ser sería el vínculo entre él y el abuelo, porque fue el abuelo el que le habló de él, de hecho, era el único que creía en él. Les daba igual que tuviera un cráneo suyo, aun así no le escuchaban. Pensaban que eran chaladuras de un viejo. Toda la demás gente del pueblo ya no creía en las antiguas cosas. Ya no hacían filandones y alrededor del fuego ya no se contaban historias. Ya no creían que a la naturaleza había que respetarla igual que a las personas. Ya no saludaban al roble ni al tejo ni les importaba la forma en que la luz penetrara en el bosque (ni por el óculo de la ermita) para sus celebraciones. Los chavales de su alrededor preferían jugar con el móvil que escuchar a sus abuelos, y a su vez los abuelos, al ver que no importaba a nadie lo que contaran, parecían haber decidido callar. El mundo en que vivía había cambiado, ya no era el mismo del que le hablaba el abuelo Miguel. Y eso en sí, no es que le disgustara especialmente, lo que sí le disgustaba es que se perdiera un conocimiento. Cada uno puede elegir sus opciones, eso es la libertad, pero lo que no está bien es no saber que hay opciones. Y al igual que el Riberueño era una conexión entre el cosmos y la tierra, el conocimiento antiguo, las historias del abuelo Miguel, eran la conexión entre un mundo que parecía destinado a desaparecer y éste en el que ahora Nito vivía.

Así pues, esa noche, Nito supo lo querría ser en la vida.

Esa noche Nito decidió que sería un contador de historias.