Seleccionar página

LA CUEVA ¡SO-MOZA!

Relato 21

La leyenda dice que en la cueva ¡So moza! vivió una joven con su retoño durante años.

La tía Restituta era una mujer flaca, alta, enjuta, de pocas palabras y de una belleza inusitada. Era hermana de mi abuela, aunque no se parecían en nada.

Abuela Conce, era regordeta, pequeña y de muchas palabras, con la risa siempre visitando su cara. Conce era de aquellas mujeres mantecosas en las que te gustaba dormir la siesta, escuchar un cuento, dejar que sus manos rechonchas y suculentas, calentaran tus tristezas. Era la belleza trasmitida a cada poro de los que tenían el privilegio de estar cerca de ella.

Contaban que Conce, una tarde de otoño, cuando era una niña que cuidaba el pequeño rebaño que había en casa, mientras su madre se dedicaba al campo y su padre la transporte del pescado en aquellas carretas maragatas que tanto aliento del bueno vinieron a dar a la comarca, oyó algo extraño en aquel paraje que tanto conocía. Con sigilo y la compañía de Lucio, su perro, fue siguiendo el rastro de los desconocidos sonidos que hasta ella habían llegado.

Bueno Lucio, pues tú dirás. Pero es como si alguien intentara tomarnos el pelo. Ahora se oye, ahora no. Y, además. ¿De dónde provienen los ruidos?

Lucio, que lo entendía todo a la primera y a las mil maravillas, estuvo expectante un rato, luego con el hocico, me tanteó los gemelos y me indicó una senda. Seguimos aquel sendero, y antes de que nos diera tiempo a pensar en nada: ¡Plás, allí estaba! La cueva de la que tanto se hablaba en el pueblo.  Algo inaudito había visto o sentido. Mis dientes castañeaban. Y de pronto: ¡Zás, así de sopetón! Un par de ojos nos observaban vigilantes y en alerta.

A mi mente llegó el recuerdo de aquella historia que había oído.

“El rico del pueblo, se había prendado de la hija de uno de sus jornaleros. Vamos la clásica historia, solo que, en esta ocasión, el rico era un desalmado que ejercía el derecho a pernada con cualquiera que respirara y que estuviera dentro de su territorio. Por eso al ver a aquella perla aún sin cultivar, la acorraló en el monte y al son de ¡So moza!, quieta, que te voy a dar telita fina, dejó a una niña tumbada en el camino del Monte de los Sueños, con la vida enfangada entre los cardos que adornaban el camino. La muchacha, reptando y arrastrando su ignominia, llegó al anochecer a la entrada de aquella cueva, y allí se quedó sin atreverse a volver al pueblo. Hasta que abuela Conce, gracias a Lucio descubrió la cueva y se llevó con ella a Restituta, la criatura nacida de una trágica trampa de las que pone la existencia. La bautizó Restituta por haberla restituido a la vida. Ella, que no había tenido hermanos, la adoptó como a una de su misma sangre y desde entonces aquella cueva, sirve de descanso o de cobijo cuando la tormenta te pilla a descubierto.

Dicen que nunca nadie ha sufrido daño alguno si se resguarda en la cueva. La cueva de ¡So-moza! Si aún no la has visitado no esperes. Este verano será un lugar extraordinario para sentir las mejores vibraciones.